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Reflexiones básicas para un acercamiento a la política cultural exterior tras los años 90. Cuba (página 2)




Enviado por Iramis Bello



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Otra definición un poco más explícita el citado por Mario Ojeda en su obra "Límites y alcances de la política exterior mexicana" cuando la describe como un "acto independiente y libre" de cada país, denominación que ha evolucionado desde la creciente interdependencia de los procesos de globalización, en tanto "acelerada integración mundial de las economías, a través de la producción, el comercio, los flujos financieros, la difusión tecnológica y las corrientes culturales", según definición del Fondo Monetario Internacional (FMI). Obsérvese el entrecomillado de "acto independiente y libre", para referirse a la creciente interdependencia que se manifiesta en la concepción e implementación de la política exterior contemporánea.

Cuando se estudian los procesos de génesis de la política exterior, según González, deben considerarse: el sistema político interno, tipo de formación económico-social; la situación geográfica; la interacción estatal y la naturaleza del sistema– es decir, la coyuntura internacional- y el poderío estatal y la correlación de fuerzas, entiéndase esto último como la valoración del poder de influencia sobre otros actores; aspectos estos considerados válidos para el enfoque de la investigación.

La política exterior posee una interrelación dialéctica con la interior, no como mecánica continuación de la interior, sino que, a su vez, reacciona sobre ella como consecuencia de la internacionalización de la vida social, por tanto, la autonomía que posee el sistema político interno es relativa. (González: 1990, 34) lo cual deriva en la necesidad de la mirada a lo interno cuando se emprenden estudios del plano exterior; luego, en la intención de este trabajo por interpretar los fenómenos de política cultural en el ámbito internacional, necesariamente habrá que referirse a aquellos factores internos que, del sistema sociopolítico cubano que propiciaron, favorecieron u obstaculizaron el desempeño exterior.

En el caso de los países socialistas, el Partido Comunista y sus Congresos aprueban la orientación de esta política y la actuación consecuente de sus órganos dirigentes: el Buró Político, Comité Central, el Departamento o dirección de Relaciones Internacionales. De la interrelación entre estos órganos y el papel desempeñado por las personalidades que los encabezan resultan las decisiones principales en esta materia. Este se considera un aspecto interno del sistema político que influye de forma autónoma en la conducción de la política exterior, en ocasiones, de manera decisiva. (González: 1990,37)

Se considera pertinente puntualizar que la legitimación de estas decisiones estará entonces en correspondencia con el grado de representatividad que, de los valores más genuinos de la nación, hacen estos órganos y sus líderes y en correspondencia además, con los recursos, instrumentos y procedimientos de concertación, diálogo y consenso que sean empleados. Solo una cultura de inclusión y democratización social, puede garantizar la coherencia de estos procesos. Cuando la política exterior de un Estado nación no se corresponde con el imaginario social al que debe responder, difícilmente sobrepasará la aparición de conflictos internos y se puede poner en peligro la estabilidad y la seguridad del sistema.

Entre los instrumentos de los cuales se vale un Estado para la implementación de la política exterior se encuentran, la diplomacia y otros instrumentos institucionalizados por la sociedad internacional, como la negociación, la guerra, las sanciones y ayudas económicas, las organizaciones internacionales, entre otros. Los códigos de valor, conceptos y categorías del ejercicio de la diplomacia deben conformar el diseño ético para contribuir al mantenimiento de la paz mundial, y la defensa de la soberanía e independencia, según los postulados que dieron origen al sistema de Naciones Unidas. Esa ética profesional es violentada a veces por gobiernos que pretenden imponer sus intereses estratégicos, políticos, económicos o militares, desentendiéndose de los principios que rigen el derecho internacional refrendado por el sistema de las Naciones Unidas. Asimismo, se violenta la ética en la proyección internacional de la política cultural, a partir de códigos que contradicen una cultura de respeto a la diversidad, la cooperación y la paz.

La política cultural internacional, entendida como la dimensión externa de la misma, cuyos procederes pasan por la política exterior del Estado-nación en interdependencia con los nuevos actores políticos, en un proceso de reproducción y percepción simbólica consciente o espontánea, repercute directamente en la construcción y deconstrucción de una imagen de país, para convertirse, de esta manera, en un asunto de seguridad nacional.

En última instancia, esta dimensión de la política cultural está condicionada por la identidad cultural del país de referencia y a través de ella se reconoce, describe, recuerda y relaciona al país en el ámbito del sistema internacional y, como consecuencia, se actúa frente a él. Téngase en cuenta que esta imagen puede ser inducida, pero responde a procesos de percepción independientes de la voluntad del Estado; es decir, la imagen inducida o, al menos intencionada, por parte de las autoridades estatales, no siempre se corresponde con la percepción pública.

El estudio de la coherencia entre ambas dimensiones adquiere hoy suma importancia como proceso de retroalimentación para la toma de decisiones. No bastará con propósitos establecidos, sino que se impone la urgencia de participación y consenso de los diferentes actores implicados, en tanto, las fronteras políticas tradicionales hoy se desdibujan y los procesos de influencia se desarrollan más allá de la voluntad de los Estados y en espacios cada vez más compartidos e interrelacionados. Las empresas transnacionales, el turismo y la tendencia creciente de la migración aceleran sus resultados.

En el marco de la diplomacia moderna afloran nuevos instrumentos ideológicos de proyección internacional que ya se generalizan en las agendas políticas de los Estados. Aunque su origen procede de los países desarrollados, quienes se percataron de la capacidad de influencia de la cultura, en su carácter amplio, para el beneficio de una imagen de país positiva o la imposición de paradigmas culturales propios a otras realidades sociopolíticas. La autora no niega la necesaria interculturalidad de los procesos de internacionalización, pero los objetivos con los que sean empleados estos recursos, determinarán las diferencias entre culturas políticas, particularmente hegemónicas o antihegemónicas; o dicho de otra forma, habría que preguntarse: ¿hegemonía?, ¿de qué valores?. En criterio de esta autora, otros conceptos son más pertinentes, así como, la cooperación.

Visto desde el ángulo positivo, la cooperación ha dejado de ser una alternativa racional o una posibilidad, para convertirse en una necesidad colectiva, algo que va marcando el sistema internacional y que se abordará en su esencia en el próximo tópico como un asunto de seguridad nacional.

1.4.1. La Diplomacia pública: nuevas formas de hacer en política exterior

Before looking at the current situation in detail, some definitions may be in order. One of the early practitioners of cultural diplomacy defined it this way: "A nation"s culture is the sum total of its achievement, its own expression of its own personality; its way of thinking and acting. Its program of cultural relations abroad is its method of making these things known to foreigners." Cultural diplomacy is related to public diplomacy, but whereas the latter addresses both short-term policy needs and long-term interests, cultural diplomacy"s emphasis is on longterm interchange among nations. In promoting mutual understanding, it seeks to provide a context within which our national interests and policies can be understood. By their nature cultural diplomacy activities involve long-term investments in our relations with people in other countries. (Antunes: 2003,50)

Desde el enfoque de las relaciones internacionales, cabe analizar nuevas y numerosas marcas para referirse a la novedosa diplomacia pública. Plantea Costales (2009), que se produce una cacofonía de conceptos e ideas: diplomacia pública, diplomacia cultural, poder blando, cooperación cultural, comunicación política internacional, gestión de las percepciones, diálogo de civilizaciones, relaciones públicas internacionales, comunicación estratégica.

En Estados Unidos el término de Diplomacia Pública se atribuye generalmente a Edward Murrow, el primer Director de la Agencia de Información de los Estados Unidos, (USIA) , cuando en 1963 afirmó: "la Diplomacia Pública, se diferencia de la Diplomacia tradicional, en que involucra no solamente a individuos y organizaciones gubernamentales, sino también privadas. Adicionalmente, las actividades de Diplomacia Pública, frecuentemente presentan algunos puntos de vista contradictorios, que complementan el punto de vista oficial ". (Leonard: 2002,65)

También se escucha "persuasión civilizada". Se debe precisar que el término "diplomacia pública" fue expuesto por primera vez en los EEUU en 1965, durante Guerra Fría, por Edmund Gullion, decano de la Fletcher School of Law and Diplomacy de la Tufts University: "el papel de la prensa y otras interacciones de intereses y grupos privados no gubernamentales de un país en otros, y el impacto de esos procesos transnacionales en la formulación de políticas y el comportamiento de los asuntos externos" (Alzugaray: 2005, 23). A partir de esta definición, "… la Diplomacia Pública se refiere a actividades gubernamentales que incluyen, tanto la promoción de políticas como los intercambios culturales de largo aliento". (Sablosky: 2005, 56)

Los objetivos y medios de esta alternativa diplomática deben plantearse, tanto a corto, como a largo plazo, y sus actividades pueden ser tan variadas como toda actividad. Constituye una actividad comunicativa de entendimiento entre los hombres, sin circunscribirse únicamente a los medios de difusión masiva, sin que se deje, por ello, de reconocer la fuerte influencia de los mass media en la conformación de la imagen país, sobre todo, en el contexto contemporáneo con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs).

Cuando se habla de influencia sobre otras culturas o naciones, no se discriminan los diferentes procedimientos para promover los mensajes deseados; como explica Goldhaber (2007), las organizaciones disponen de varios tipos de actividades de comunicación para difundir los mensajes, en función de los costos, objetivos generales, necesidades específicas, tamaño de la organización, tiempo disponible, necesidades y sentimientos de su personal. Así, por ejemplo, la presencia de delegaciones artísticas, la educación, las producciones de las grandes industrias culturales, el turismo, se convierten en herramientas indirectas de negociación e intercambio del imaginario social por vías pacíficas y, por tanto, devienen extremidades diestras del cuerpo diplomático de un Estado.

En sintonía con Costales se considera que esa diplomacia es depositaria de un boom informativo, comunicacional y cultural. Imbrica los fenómenos culturales, comunicativos y políticos, desde un enfoque integral y flexible. Es como sugiere Martín Barbero, perder al objeto para ganar el proceso (Barbero, en Costales, 2009). Y ese desplazamiento implica que la comunicación se torne cuestión de mediaciones más que de medios, cuestión de cultura y, por tanto, no sólo de conocimiento, sino de reconocimiento… (Barbero: 1987, 43)

Según Nye,"…. la Diplomacia Pública tiene tres dimensiones: la comunicación diaria, la estrategia de comunicación y la construcción de interrelaciones a largo plazo, las tres son importantes y requieren de diferentes proporciones relativas de información gubernamental y relaciones culturales de largo plazo" (2004, 35). Leonard (2002) por su parte, argumenta que las tres dimensiones son: la Administración de Noticias, la Estrategia de Comunicación y la Construcción de relaciones.

Entiéndase entonces que la Diplomacia Pública se constituye en un proceso comunicacional que se ocupa de la influencia que tienen las actitudes de los públicos en la formación y ejecución de la política exterior. Ella abarca las dimensiones de las relaciones internacionales, más allá de la Diplomacia tradicional: la creación por los gobiernos de la opinión pública en otros países; la interacción de intereses y grupos privados de unos países con los de otros; el tratamiento de los asuntos exteriores y su impacto en política; la comunicación entre todos los que se ocupan en ella, como entre diplomáticos y medias internacionales; y los procesos de comunicación intercultural" (Wolf y Rosen: 2004, p.49)

Tal como plantea Alzugaray (2005), se pretende dejar claro que las acciones de Diplomacia Pública, son relaciones transnacionales, que suponen que, al menos una de las partes implicadas, sea gubernamental. Otros autores no son tan explícitos al respecto y de sus definiciones puede inferirse que cualquier interrelación entre ciudadanos y organizaciones nacionales, conciudadanos y organizaciones externas (públicos externos), que promueva información, entendimiento, y mejore la imagen entre sus países, con un impacto económico, político, tecnológico y cultural, son acciones de Diplomacia Pública. Este trabajo se acoge a la definición de Alzugaray por considerarse la diplomacia, ante todo, un ejercicio de representación estatal.

Adicionalmente, hay que distinguir entre "Asuntos Públicos" y "Diplomacia Pública". Se entiende por "Asuntos Públicos", la proyección hacia los públicos internos, es decir, hacia los ciudadanos del país en cuestión, básicamente de temas domésticos o nacionales. En tanto, la "Diplomacia Pública" apunta hacia los públicos externos, y pone el énfasis en los temas internacionales (Asociación de graduados de USIA, 2002). No obstante esta delimitación, no puede desentenderse el analista de la relación estrecha que se establece entre el desarrollo político de los asuntos públicos de un Estado-nación y la instrumentación de la llamada Diplomacia Pública, en tanto, la generación del imaginario público de una sociedad, repercutirá necesariamente en su proyección internacional y en los procesos de conformación y promoción de la imagen de país.

Parte importante de esta nueva tendencia lo constituye la categoría sociedad civil, como agente partícipe de las decisiones en el marco de los grupos de presión. La globalización impone nuevos recursos de medida para esta categoría nacida en Occidente con la separación de la Iglesia y el Estado y posteriormente gana claridad marxista en su papel decisorio respecto al Estado. La sociedad civil hoy, es más diversa, histórica, viva, real y concreta. (Fung: 2011, 8)

Esta categoría interna, siempre ha sido influida por las de otros países y, en estos momentos, los Estados ejercen su voluntad política a favor de las relaciones de la sociedad civil internacional, como nueva categoría aportada de forma reciente por la autora citada. Este nuevo sujeto en la dinámica de las relaciones internacionales, apuntada por Fung en el año 2002, ejerce un papel de presión no solo a lo interno, sino sobre sus propios Estados, interactuando en el marco del sistema político al que pertenecen.

Las organizaciones no gubernamentales, los movimientos a favor de la paz y el desarrollo sostenible, el ecosistema, los Foros Mundiales, las manifestaciones en contra del neoliberalismo, son ejemplos de ello. Pero también lo son las megacorporaciones que se han incorporado a la ONU. Es decir, si bien la sociedad civil internacional tiene sus antecedentes a lo interno de cada país, hoy trasciende los límites territoriales. Puede corresponder a un grupo de Estados asociados en un bloque como megaestado, su sentido corresponde a una sociedad estatal internacional.

Altamirano (2011), por su parte, considera la Diplomacia Pública como cualquier tipo de interrelación entre ciudadanos y organizaciones nacionales, con ciudadanos y organizaciones externos (públicos externos), que promueva información, entendimiento, y afectos e impacte la imagen país, para lograr cambios de conducta que conduzcan a beneficios económicos, políticos, tecnológicos y culturales a mediano y largo plazo y precisa que para que se obtengan los beneficios deseados, las acciones de Diplomacia Pública deben basarse en la identidad como cultura organizacional y alinearse con los asuntos internos. Esta concepción, como se verá, no contempla la nueva categoría de sociedad civil internacional, aportada por Fung, la cual considera como factor más dinámico de este fenómeno el mercado interno e internacional.

Aunque el término ha adquirido un matiz peyorativo debido al uso que se hizo de ella durante la Administración de Ronald Reagan, la "diplomacia pública" debe convertirse realmente en una nueva forma del arte "de la táctica, el tacto y el contacto", como afirmara Raúl Roa García, primer Canciller de Cuba en 1963. No son propaganda, la simple propaganda, comúnmente crea lagunas de credibilidad y de verdad. Dar información y vender una imagen positiva, es parte de ella, pero la Diplomacia pública supone además la construcción de relaciones de largo plazo, que creen el ambiente necesario para las políticas gubernamentales. (Nye: 2004)

Para 1990 ya se reconocía que aproximadamente 160 gobiernos en el mundo practicaban diplomacia pública (Costales: 2009). En la actualidad, la diplomacia pública es práctica habitual de los gobiernos de todos los países, a pesar de que en muchos de ellos no se convierta en un acto consciente como herramienta de política exterior. Como advierte el académico británico Barston, ?ella ha sufrido dos transformaciones fundamentales desde fines del siglo pasado. (Barston: 1988, 34)

Los diplomáticos de hoy, por tanto, analizan temas no solamente de carácter político y jurídico, sino, además, comercial, de cooperación, ambiental, cultural, lo que convierte el proceso en un fenómeno político-comunicativo. El diplomático de hoy necesita especialmente de su capacidad analítica, de liderazgo y comunicación, desde una perspectiva teórica y práctica (Bello: 2011, 15).

Pero obsérvese que su poder puede ser, tanto constructivo como destructivo, para las identidades nacionales y, en el marco internacional, si bien puede influir a favor de una cultura de paz, según proclama la UNESCO en sus últimos objetivos, también puede llegar a dominar, con su preeminencia financiera los órganos de conciliación para las relaciones internacionales.

Luego, sería posible una nueva reelaboración de los conceptos que aparecen en la bibliografía de referencia a partir de los aportes hechos por la Dra Fung considerando entonces a los efectos de este trabajo la diplomacia cultural, como un conjunto de acciones y disposiciones de los Estados desde la micro a la macroestructura Estatal, que propicia la participación de diversos actores no gubernamentales, para el establecimiento de un sistema de relaciones e interdependencias de repercusión económica, política y social, mediante una diversidad de instrumentos de comunicación locales y globales.

Un aparte en los instrumentos de la diplomacia pública debe considerarse a la relación cultura y turismo por su crecimiento como fuente de poder, tanto económico como ideológico, en particular, para el caso Cuba. Este binomio conforma una de sus mayores fortalezas para el desarrollo del país y su impacto en la opinión pública dadas las características de su geografía, sus tradiciones culturales, el desarrollo educacional y científico, así como la seguridad que ofrece su sistema político, como garantes para una estadía exitosa.

1.4.2. Turismo y cultura en la diplomacia pública.

En los últimos años se ha reconocido a la cultura y al turismo como fenómenos importantes para el desarrollo de las sociedades. El reconocimiento y la difusión del patrimonio cultural permiten un crecimiento económico, social, político y cultural. La promoción de la diversidad cultural y natural genera, necesariamente, un mayor afluente de personas interesadas, tanto en conocer, cómo en invertir en los países de destino. Clarificar la identidad nacional, rescatando la historia y la cultura de cada uno de los pueblos, no sólo es una tarea pendiente sino que también permitirá generar lazos interculturales, tanto en el ámbito local como internacional, el concepto de turismo cultural apunta a la difusión del patrimonio natural, histórico y cultural, así como a la gastronomía y las tradiciones locales, con intención de recuperar la "identidad nacional".

En diversos países donde han predominado modalidades de turismo basadas en activos naturales, el creciente interés por la dimensión cultural del turismo se suma a la consideración de que el desarrollo económico y social, tanto si se le examina como un proceso, como una meta, o como ambas cosas a la vez, entraña una imprescindible valoración de la dimensión cultural que en el nivel discursivo aparece en expresiones como la de Federico Mayor: "la cultura está en el corazón mismo de los procesos de desarrollo".

El "turismo cultural" apareció en un comienzo ligado a nuevas y concretas necesidades de mercado, cada vez más se resalta el hecho de que la complejidad del análisis del turismo relacionado con la cultura radica en la necesidad de superar el impasse técnico y dinámico entre estos ámbitos, considerando las características de funcionamiento de dos sectores institucionales que, si bien se complementan, tienen lógicas y necesidades diferentes, aunque ambas se determinan en el entorno político, social y económico de las estructuras que los contienen. En la perspectiva de los debates sobre el desarrollo, la dimensión cultural del turismo ha sido evaluada en cinco grandes planos:

a) la cultura como elemento fundacional del desarrollo que trata de promoverse utilizando la actividad turística;

b) la cultura como elemento que permite el incremento del valor del producto turístico;

c) la cultura como factor de difusión social y de dispersión espacial de los ingresos de la actividad turística;

d) el turismo en su calidad de "industria cultural";

e) la cultura como un importante activo que puede favorecer el ascenso de empresas, localidades, países y regiones, a través de trayectorias de aprendizaje tecnológico y organizativo en el contexto de las redes globales del turismo (visto como uno de los complejos económicos de mayor escala y dinamismo de la economía contemporánea).

Cualquier estrategia de desarrollo que trate de apoyarse en el turismo implica conocer las fortalezas y amenazas que supone la inserción del país receptor en una de las redes globales de producción, servicios e interacción cultural más importantes de la contemporaneidad y no en cualquier espacio económico y sociocultural. Así, lo que se ha visto en los últimos años es la tendencia del turismo a implicarse en la gestión de la cultura y a convertirla de cara a las estructuras estatales de muchos países, en un concepto administrativo fuertemente condicionada por su rentabilidad, especialmente en aquellos lugares donde el turismo se ha asumido como un fuerte instrumento cuando no, la principal estrategia para el desarrollo.

Pero las relaciones entre la cultura y el turismo (especialmente la actuación de la primera en la escena de lo segundo) son inciertas y no siempre tan evidentes o precisas. La mayoría de las veces esas relaciones se concretizan con relativa facilidad en un nivel que se puede considerar "macrocultural" (cuando se trata de establecer lineamientos o políticas culturales para la protección y utilización del patrimonio cultural), pero no supone lo mismo en la esfera de lo microcultural, de la cultura inmediata, de la cultura del momento vivido, la supuesta meta de toda política (cultural o turística).

Lo que muchas veces se percibe es que hay un choque entre el discurso cultural del turismo, o el efecto del discurso de la cultura en el turismo centrado especialmente en el patrimonio cultural, y el comportamiento cultural del turismo o el efecto del mundo de la cultura en el turismo (incluido el efecto real, el de la experiencia real de la cultura en el turismo y la relación y contrastes entre anfitriones y visitantes).

Néstor García Canclini ha señalado que al hablar de turismo y cultura parecen enfrentarse la visión paranoica del tradicionalismo, que ve las transformaciones como una amenaza (los turistas vendrían a culminar los procesos de masificación, mercantilización y banalización del patrimonio cultural, por lo que hay que mantener alejados los bienes culturales de las prácticas turísticas), y la visión utilitarista que reconoce en el turismo un generador de riqueza y empleos, unas inversiones que revitalizan ciudades y pueblos aislados, e impulsan la producción artesanal e industrial locales.

Para esta segunda visión, el turismo sería una de las manifestaciones más productivas y atrayentes de la vida cultural, un modo de dar a conocer el patrimonio, obtener fondos para su mantenimiento y promover económica y simbólicamente a cada nación. Se requiere de un sistema integrado a nivel político que trace, rectifique y proyecte de manera permanente y creativa en busca no solo de los incalculables ingresos de capital, sino de la consiguiente fortaleza de la imagen país en todas sus dimensiones, tanto en el proceso de autoestima de los receptores, como en el reconocimiento y respeto a la diversidad de las culturas por parte de los visitantes. El turismo, de esta manera, se convierte en un arma de "desclasificación" de los planes diversionistas de las grandes trasnacionales mediáticas y los objetivos neocolonizadores de las grandes potencias imperialistas.

En resumen, múltiples son las aproximaciones que necesita la política cultural exterior de los Estados y su impacto en el devenir de los diferentes sistemas sociopolíticos, especialmente, a partir de los 90s y la nueva dinámica de las relaciones internacionales.

Conclusiones generales

El trabajo permitió aseverar que el estudio de la política cultural exterior a la luz de la nueva dinámica de las relaciones internacionales de los 90s, constituye un fenómeno de obligado abordaje, cada vez más multi e interdisciplinar, toda vez que aparecen nuevos actores de gran influencia en las decisiones de los Estados.

La utilización de la cultura, más allá del arte y la literatura, se incorpora a las agendas nacionales e internacionales como un asunto de seguridad nacional, a partir de su papel decisivo en la conformación y deconstrucción de la imagen país. Sectores como la educación, la salud, el deporte, la ciencia, el idioma y las industrias culturales y de comunicación, se conforman como variables de probada influencia ideológica.

Estos sectores, como herramientas de política exterior, se manifiestan en dependencia de los objetivos y principios de cada sistema sociopolítico.

La práctica institucional orientada exclusivamente hacia la lógica del mercado aniquila la cultura, desacredita las instituciones, prostituye al artista y al ciudadano, envilece al crítico y engaña al pueblo; por tanto, el turismo, como actividad de proyección internacional en frontera, además de significar una fuente de empleo y un medio de promoción, requiere la urgencia de un redimensionamiento cultural.

Otros temas a debatir en próximas investigaciones podrían girar en cuanto a la caracterización del personal diplomático necesario para gestionar la diplomacia cultural: ¿grandes creadores o grandes promotores?, ¿Qué elementos estructurales o herramientas de gestión necesita perfeccionar un Ministerio de Relaciones Exteriores? o, por otra parte, ¿qué otras estructuras pudieran asumir con mayor eficacia un proyecto de imagen país coherente, involucrando, de manera consciente, a todos los sectores de la sociedad?

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Autor:

MSc. Iramis Bello Cordero

Facultad de Turismo de la

Universidad de La Habana

La Habana, 2016

Partes: 1, 2
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